Vapor Sirio 1883 – 1906

El “Sirio” fue construido en los astilleros Robert Napier & Son, de Glasgow (Escocia) y botado el 26 de marzo de 1883. De ahí partió el 19 de junio de ese año al que sería su puerto base en Génova (Italia), comenzando el 21 de julio de 1884 el primero de sus viajes regulares hacía Buenos Aires (Argentina). Tenía 129 metros de eslora y 14 metros de manga, disponía de dos chimeneas y tres mástiles. Su casco estaba pintado de negro y la obra viva en rojo, aunque en otras ocasiones fue íntegramente blanco.

El buque pertenecía a la Sociedad Italiana de Transporte Marítimo Raggio & Co, que a finales de 1983 se asoció con la naviera Rocco Piagio & Co, de cuya fusión nació la Compañía General de Navegación Italiana.

Siempre estuvo destinado en la misma ruta con variación en sus escalas (Barcelona, Cádiz, Islas Canarias, Cabo Verde, Río de Janeiro, Santos, Montevideo y Buenos Aires), salvo en 1887 que fue requisado para misiones militares por el gobierno italiano. En diciembre de 1899 cuando la fragata de la Armada argentina “Presidente Sarmiento” realizaba su primer viaje de instrucción, su comandante recibió una orden: de que gran parte de la tripulación debía regresar de inmediato a Buenos Aires, debido a problemas fronterizos con Chile. Los marineros de la fragata subieron al “Sirio” en Gibraltar para adelantar su regreso, aprovechando que estaba por la zona realizando su habitual singladura.

 

Reproucción tarjeta de época del Vapor Sirio

Durante muchos años el “Sirio” fue uno de esos míticos “liners” que cruzaban periódicamente el atlántico en el siglo IXX y primeros del XX. Fundamentalmente dedicados a la emigración a las Américas, provocada por las duras condiciones de vida en la vieja Europa y acrecentadas por el sueño de emprender una nueva vida en una tierra nueva y próspera. El largo viaje no era fácil de costear, incluso haciéndolo en tercera clase, y de ahí que proliferase la “emigración ilegal”. La gente pagaba un dinero a beneficio del capitán y demás tripulantes y se le permitía subir a bordo de forma clandestina.

La última singladura y posterior naufragio de este barco sucedió el 4 de agosto de 1906, siendo su comandante D. Giuseppe Picone, capitán decano de la compañía. A una hora sin precisar pasadas las cuatro de la tarde, próximo a las costas del Cabo de Palos con mar en calma y sin viento, el “Sirio” navegaba a toda máquina. Lo hacía un tanto arrimado al litoral, tal vez con la intención de ganar tiempo. El tercer oficial de guardia en el puente, inquieto por la proximidad de la Isla de la Hormiga y de su conocido escollo submarino el Bajo de Fuera (un pináculo submarino que asciende hasta unos tres metros de la superficie), se disponía a dar cuenta a su capitán, cuando un fortísimo estruendo sacudió la estructura del “Sirio”.

El impacto sobre la zona baja de la cubierta del “Sirio” fue enorme, por lo que la sala de máquinas fue la primera afectada por grandes masas de agua que no dieron oportunidad alguna a los tripulantes. Poco después las calderas del barco estallaron, las cubiertas quedaron destrozadas y el barco quedó con la popa sumergida. La escena que se desarrolló a continuación fue dantesca: pasajeros intentando hacerse con los escasos botes salvavidas que podían ser arriados. Algunos testigos hablan de que se oyeron disparos de gente que buscaba su salvación a cualquier precio o incluso para suicidarse ante la imposibilidad de alcanzar la misma.

Gran parte de los oficiales del barco, incluido el capitán Picone, se desentendieron del pasaje y arriando un bote abandonaron el barco. Únicamente el segundo piloto permaneció en la nave hasta que los pasajeros fueron evacuados en su totalidad. Otros miembros de la tripulación, siguiendo el cobarde ejemplo de su capitán, se desprendían de su vestuario confundiéndose entre el pasaje en busca de un bote con el que abandonar el barco. Mientras que los pasajeros, sin nadie que los guiara, intentaban ponerse a salvo lanzándose al agua, con o sin salvavidas. Se vivieron múltiples escenas angustiosas por salvar la vida. También otras de solidaridad y ayuda que algunos supervivientes recuerdan y que han quedado descritas en las muchas crónicas que existen de este suceso.

Afortunadamente, la zona del hundimiento era frecuentada por otras embarcaciones, debido a la proximidad de la costa y al ser ruta de paso de otros barcos. Gracias a la acción de estas embarcaciones menores, de pescadores y a la acción de algún que otro pequeño mercante cercano, pudieron salvarse muchas vidas.

La cantidad real de víctimas, entre 250 y 500 dependiendo de las fuentes, nunca pudo conocerse, ya que parte del pasaje, cercano a mil personas, viajaban de forma ilegal. No menos horrible y vergonzoso fue lo sucedido tras el naufragio. La misma noche comenzaron los trabajos de recuperación de cadáveres y pertenencias del barco que continuaba a flote, por parte de un remolcador del arsenal de Cartagena. Aunque se lograron rescatar muchos equipajes, todos pertenecían a miembros de la tripulación. Fueron los únicos a los que se les permitió subir a bordo. Ante la queja de los pasajeros supervivientes, seis días después partió al lugar del naufragio una comisión de pasajeros, encontrándose un espectáculo triste y lamentable: el “Sirio” había sido objeto de un bochornoso saqueo. Las pertenecías del pasaje habían sido robadas, los cofres forzados, las maletas rajadas…

En cuanto a Picone, una vez en su país, manifestó que el naufragio fue causa de errores en las cartas de navegación, corrientes submarinas, alteración en la brújula, etc. También negó el abandono del barco y dijo que la tripulación cumplió con su deber, siendo el último en abandonar el barco, cuando ya era noche cerrada. Esta versión se contradice con los muchos testimonios de quienes afirmaban haber visto a Picone abandonar el barco en los primeros momentos de la tragedia, posteriormente seguir los acontecimientos a salvo desde el puerto de Palos, y finalmente dormir plácidamente, esa misma noche, en la pensión “La Piña” situada en Cartagena.

Dos meses después, de estas primeras manifestaciones, Giusepe Picone moría abatido y deprimido en Italia, un tiempo antes, el 21 de agosto de 1906, los restos del “Sirio” se hundían completamente en la mar. Actualmente sus restos descansan en aguas del Cabo de Palos.

 

Postal circulada de Uruguay a Francia a bordo del “Vapor Sirio”, matasellos de salida de Montevideo (Uruguay) y llegada a Roubaix (Francia).

Autor: Juan Carlos López

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