VAPOR Príncipe de Asturias 1914 – 1916

El Príncipe de Asturias fue un gran barco trasatlántico de vapor considerado en su momento buque insignia de la Marina Mercante Española, siendo propiedad de la compañía naviera Pinillos.

Fue construido en los astilleros de Kingston en Glasgow, contaba con 160 metros de eslora, 20 metros de manga, y tenía un desplazamiento de 16.500 toneladas. Disponía de una chimenea y dos mástiles, siendo su velocidad de crucero de 18 nudos.

El buque fue botado el 30 de abril de 1914 y bautizado cómo Príncipe de Asturias siendo hermano de su antecesor, el vapor Infanta Isabel. Ambos vapores fueron construidos en los astilleros de Kingston y se cuidó mucho la seguridad en los dos barcos: contaban con varios compartimentos estancos, como el Titanic, y el casco tenía una doble capa en toda su extensión, contando con varios tanques de lastre de agua que podían llenarse o vaciarse, ajustando así la estabilidad en cualquier tipo de situación.

Su viaje inaugural se realizó el 16 de Agosto de 1914. Además de ser un barco potente y moderno, el Príncipe de Asturias también era un barco lujoso. Lamentablemente su vida fue muy corta.

 

Vapor Principe de Asturias

El Príncipe de Asturias zarpo de Barcelona, sin saber que esta iba a ser su última singladura, el día 17 de febrero de 1916 rumbo a Buenos Aires. Llevaba a bordo 395 pasajeros y 193 tripulantes, y una valiosa carga entre la que figuraba, entre otros bienes, 20 estatuas de bronce y 40.000 libras esterlinas en oro. Al día siguiente hizo escala, como estaba previsto, en el puerto de Valencia y posteriormente en Almería y Cádiz, para hacer su última escala en Gran Canaria el día 23, antes de cruzar el Atlántico.

El día 28 tuvo lugar, en plena travesía, un hecho que congregó a todos los pasajeros en la cubierta del buque. El “Infanta Isabel” en su viaje de regreso se cruzaba, en medio del Atlántico, con su buque gemelo el “Príncipe de Asturias”.

En la madrugada del domingo 5 de marzo, al mando del capitán José Lotina Abrisqueta, el buque se encontraba cercano a las costas de Brasil, al norte de la isla de Buzios. Había sido una noche cerrada con lluvia, niebla y mar muy picada por los fuertes vientos de sudoeste.

El capitán Lotina, apenas pudo dormir esa noche. Está recogido en el cuaderno de Bitácora que sobre las 03:00 horas irrumpió en el puente de mando preocupado por el estado del mar. Lo encapotado del cielo impedía hacer uso del sextante para fijar su posición y los desvíos de la aguja magnética eran frecuentes debido a las carga de miles de toneladas de lingotes de hierro que albergaba el buque en sus bodegas. Por lo que la estimación de la posición sobre la carta náutica era difícil de precisar. Dada la situación, Lotina, ordenó reducir la velocidad y colocar serviolas (vigías) en lo más alto de los palos del buque a la búsqueda de alguna luz que les indicase la proximidad de la costa.

La situación se mantenía a las 04:25 horas cuando seguían sin poder vislumbrar el faro de Punta do Boi, una de las pocas referencias que podría haberles ayudado.

Casi simultáneamente a que uno de los serviolas advirtiera un tenue brillo por la proa, una afilada roca de los arrecifes de Ponta de Pirabura, rajó el casco del buque.

El violento choque desgarró el doble fondo del trasatlántico de proa a popa. La brusca entrada de agua en la sala de calderas provocó varias explosiones que dejaron al buque sin energía eléctrica. Los alojamientos de la segunda y tercera clase comenzaron a arder debido a las explosiones internas. Sólo se pudo arriar un bote salvavidas, que consiguió librarse de las amarras a tiempo, llevando 17 personas. Las otras 109, que también conseguirían escapar, lo hicieron agarradas a los diversos objetos que flotaban en el mar.

Apenas transcurrieron diez minutos entre el choque y el hundimiento. De los 588 pasajeros y tripulantes contabilizados sólo sobrevivieron 143. El total de fallecidos no pudo estimarse con exactitud debido a que muchos de ellos viajaban como polizones. Se estima que pudo haber entre 500 y 600 fallecidos.

Se cuenta que después del accidente, un grupo de habitantes de la región, inició un saqueo desenfrenado, sin respetar siquiera el cuerpo de las víctimas. Cuando por allí llegó el batallón de Capitanía de Puertos, nada quedaba por hacer. Solo improvisar un cementerio en el lugar, conocido como Serraría, hoy encubierto por la arena.

Los destrozos de El Príncipe de Asturias, dinamitados por los buscadores de tesoros, están alojados a 35 metros de la costa, en un lecho cuya profundidad varía de 38 a 54 metros y que es frecuentado por fortísimos vientos de superficie y por dos corrientes de fondo.

El Príncipe de Asturias fue conocido popularmente, tras su hundimiento, como el “Titanic español”.

 

Tarjeta postal de época.

Autor: Juan Carlos López

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