RMS Titanic 1911 – 1912

Segundo barco de la clase Olympic construido por Harland & Wolf de Belfast, para la White Star Line. El RMS Titanic que pretendía dominar el negocio de los viajes transoceánicos fue el barco de pasajeros más grande y lujoso de su época. Sus dimensiones eran de 269 metros de eslora por 28,2 metros de manga y un desplazamiento de 52.300 toneladas. Disponía de cuatro chimeneas y dos mástiles. Su velocidad de crucero era de 21 nudos.

El RMS Titanic fue botado el 31 de mayo de 1911 ante miles de espectadores que habían acudido al astillero para contemplar el evento. Curiosamente el “Titanic” no fue bautizado, lo cual era una regla para la White Star, pero esta vez no se llevó a cabo la ceremonia. A las 12 horas, dos cohetes anunciaban que el “Titanic” iba a tener su primer contacto con la mar, poco después comenzaba a deslizarse lentamente mientras los silbatos de los remolcadores comenzaban a sonar. Una vez puesto a flote necesitó de 10 meses para completar sus interiores y posteriormente realizar las pruebas finales en alta mar.

El viaje inaugural del que era el nuevo buque insignia de la White Star Line comenzó el día 10 de abril de 1912, hundiéndose cuatro días después.

Los preparativos habían comenzado una semana antes. Cuando llegó el día en que el “Titanic” debía zarpar desde Southampton hacia New York, la gente acudió masivamente a su despedida y los medios de comunicación dieron un destacado eco a la noticia. Al mando del buque su comandante el veterano capitán Edward John Smith, el más experimentado y prestigioso de la White Star Line quien previamente al viaje expresó que este iba a ser su último mando antes de jubilarse. Días atrás Smith había comentado para una revista de la época: “No puedo concebir que algo pueda hundir a los barcos de hoy, la construcción moderna va mucho más allá que esto”

El comienzo del viaje fue placentero, haciendo una primera escala en el puerto francés de Cherburgo donde embarcó nuevos pasajeros, luego atracó en Queenstown (Irlanda) donde subieron más pasajeros y las sacas del correo.

Los días transcurrieron sin novedad hasta que el día 13 de abril, comenzaron a llegar los primeros informes de avistamiento de bloques de hielo en la ruta., los cuales no fueron tomados suficientemente en cuenta por los oficiales de a bordo. A medida que el barco se acercaba a Terranova el clima se iba enfriando y el capitán Smith decidió alterar un poco el rumbo hacia el Sur. El domingo 14 de abril, Smith consideró la posibilidad de reducir la velocidad del buque, que en aquel momento era de 22 nudos. Antes de llevar a cabo esta decisión la consultó con Bruce Ismay, vicepresidente de la compañía que viajaba a bordo, pero no obtuvo la aprobación de este, que pretendía hacer en el menor tiempo posible el viaje inaugural. Smith ordenó entonces redoblar la guardia en los mástiles. Aunque el mar estaba en calma y la noche clara, tras la cena, no sin cierta preocupación, el capitán Smith se retiró a su camarote.

El buque SS Californian que navegaba próximo a la zona, ante la presencia de grandes capas de hielo decide parar máquinas como precaución para evitar la colisión con alguna de ellas. A las 23:00 el buque SS Californian emitió por radio una advertencia de iceberg, que fue descortésmente rechazada por Jack Philips, operador de radio del “Titanic”, el cual le respondió con brusquedad: “Cállese, cállese, cállese, que estoy ocupado con Cape Race”.

Poco antes de la media noche los vigías dieron la alarma de iceberg al frente a 600 metros de la proa. El primer oficial William Murdoch, que estaba de guardia en ese momento en el puente, corrió al ala de estribor a observar el iceberg por si mismo, inmediatamente ordenó girar el timón todo a babor y seguidamente dar marcha atrás.

El “Titanic” en el último minuto evitó la colisión frontal con el iceberg, rozándolo con su banda de estribor, lo cual resultó fatal.

El capitán acudió inmediatamente al puente de mando, hizo detener el barco y solicitó un informe de los daños. Cinco de sus compartimentos estancos habían sido afectados y aunque en principio no parecía algo irremediable, un informe posterior de su diseñador Thomas Andrews predijo que el barco estaba perdido en un tiempo de entre dos y cuatro horas.

Tanto Smith como el resto de oficiales quedaron estupefactos ante lo que se les venia encima. Intentaron no difundir el pánico e ir preparando la evacuación del buque. El capitán Smith sabia que muchos de los pasajeros morirían por el escaso número de botes salvavidas con que contaba el “Titanic”. Acto seguido ordenó a sus radiotelegrafistas emitir la señal de socorro y a partir de ese momento, Smith, tal vez afectado por un fuerte shock se mostró irrelevante y ajeno a la situación en su forma de actuar.

Jack Phillips, primer oficial de radio, envió repetidos mensajes de SOS, que fueron respondidos por varios buques, todos ellos lejanos al lugar del incidente, salvo el RMS Carpathia que regresaba de New York, al mando del capitán Arthur Rostron, y que se encontraba a 58 millas de distancia. Recibió sobre las 00:25 horas el angustioso mensaje del “Titanic”, sin dudarlo cambió su rumbo y a toda máquina se dirigió en su ayuda. Aun así advirtió que dada la distancia y velocidad máxima que podía mantener tardaría un lapso de 4 horas en llegar. Sin embargo el buque más cercano al lugar del desastre era el SS Californian, que se encontraba detenido a menos de 10 millas de distancia y tenía al “Titanic” a la vista. Sin embargo sus equipos de radio estaban desconectados desde las 23:30, hora en que su operador de radio Evans había sido ignorado por los operadores de radio del “Titanic”.

El cuarto oficial del “Titanic”, Joseph Boxhall, se dio cuenta de la presencia, mas o menos cercana de un barco entre 5 y 10 millas (se trataba del SS Californian) Comentó esto con su capitán y se le dio permiso para comenzar a lanzar cohetes que llamasen su atención. Entre tanto otros oficiales se encargaban de organizar el abandono del barco. En un
principio fue algo ordenado pero a medida que pasajeros y tripulantes constataban la insuficiencia de botes salvavidas, la evacuación se fue haciendo mas violenta y desesperada.

Al ver lo inefectivo de los cohetes lanzados, Joseph Boxhall a las 00:45 intentó hacer señales manuales, con la lámpara morse, al buque que vislumbraba a duras penas en el horizonte.

Entre tanto en el SS Californian, su tripulación dormía ajena a la tragedia, salvo el personal de guardia en el puente que había visto como en su horizonte visual un gran buque de pasaje estaba detenido. Entre ellos comentaban la posibilidad de que se tratase del “Titanic”, sin darse cuenta de la tragedia que tenían tan cercana. Intentaron hacerle unas señales con la lámpara morse, pero no obtuvieron respuesta. (al parecer no coincidieron los momentos en que Boxhall intento comunicarse con ellos, ni cuando estos intentaron llamar la atención del “Titanic”). Tampoco llamó especialmente la atención del personal de guardia del SS Californian, cuando las luces del “Titanic” desaparecieron de su vista, ya que era habitual entre los barcos de pasaje hacerlo para conminar a sus pasajeros a dormir o sencillamente pensaron que el buque había continuado ruta desapareciendo de su vista.

Las cosas en el “Titanic” iban de mal en peor, el barco comenzaba a hacer agua por sus cubiertas, el caos y la desesperación era total. A las 01:30 de la madrugada, la proa ya estaba sumergida y 2 horas y 40 minutos después del impacto, a las 02:20 del lunes 15 de abril, el RMS Titanic se había hundido.

Sobre la 04:00 horas, el oficial de guardia en el SS Californian creyó ver nuevos destellos de luces en el horizonte y la silueta de un buque por lo que emplazó al radiotelegrafista Evans a encender el equipo de radio y ponerse en contacto con el barco que vislumbraba en la lejanía. Se trataba del RMS Carpathia que ya estaba en la zona del siniestro y que les informó vía radio de lo sucedido.

Cuando el RMS Carpathia llegó a la zona sobre las 04:00 horas de la madrugada, logró rescatar a 705 náufragos con vida, dando por concluida la operación de rescate a las 08:50 que puso rumbo a New York, dejando en el lugar al SS Californian que se encargó de barrer la zona por si pudiera encontrar algún superviviente más.

El siniestro se saldó con la muerte de 1.517 pasajeros. Aún no siendo el peor desastre marítimo de la historia, sin duda es el más famoso. Además de marcar un hito importante en la normas de Salvamento Marítimo a nivel mundial.

El pecio del RMS Titanic se encuentra en la actualidad partido en dos secciones separadas entre si por unos 700 metros de distancia. Han sido varias las inmersiones e investigaciones que se han llevado a cabo y varios los objetos recuperados.

La última superviviente del “Titanic” y la pasajera más joven fue Elizabeth Gladis Dean, que era un bebe de dos meses y medio cuando ocurrió la tragedia, en la actualidad más conocida por su nombre de casada Millvina Dean que falleció el 31 de mayo de 2009 en Inglaterra.

Sobre Primer Día de Gran Bretaña con imágenes de RMS Queen Mary 2, SS Canberra, RMS Queen Mary, RMS Mauretania, SS City of New York, PS Great Western matasellos de Liverpool 13 de abril de 2004
El sobre es una edición limitada 88/300 firmado manualmente por Millvinna Dean última superviviente del RMS Titanic rescatada del bote de salvamento nº 13 por la tripulación del RMS Carpathia en abril de 1.912

 

Entrevista a Millvina Dean, la última superviviente del Titanic

Elizabeth Gladys Dean, más conocida como Millivina Dean fue la última superviviente del hundimiento del Titanic y la más joven de todos sus pasajeros. En aquel fatídico 15 de abril de 1912 contaba con dos meses de edad y viajaba en el barco junto con su familia. Esta entrevista a Millvina fue realizada en el año 2006 por Jesús Ferreiro, periodista y presidente de la Fundación Titanic, Milllvina fallecería tres años después.

— Millvina, ¿usted nació aquí, en la misma ciudad desde cuyo puerto zarpó el Titanic?

No. Aunque en muchos libros que han escrito sobre la historia del Titanic dicen que yo nací aquí, el dato no es correcto. Yo nací en Londres, el día 2 de febrero de 1912, es decir, 38 días antes de que mis padres embarcaran en el Titanic. De las 2.208 personas que íbamos a bordo del “barco de los sueños”, yo era la más joven.

— Embarcó toda su familia?

Si. Íbamos mis padres, Bertrán Frank Dean y Georgette Eva Light, y mi hermano Bertran.

— Porque emigraba su familia?

Mi padre había soñado siempre con montar una tienda de tabaco en América, más concretamente en la ciudad de Wichita, en Kansas. Ahorró durante toda su vida para poder comprar los billetes del barco y abrir una tienda allí.

— Tuvo que ahorrar mucho porque para viajar en un barco de esas características hacía falta bastante dinero ¿no es cierto?

Si. Trabajó muy duro durante toda su vida, pero lo hacía con ilusión, quería cumplir un sueño. Pero permítame aclararle que viajábamos en el Titanic en tercera clase, no en primera.

— Le contó su madre como fue el día en que subieron a bordo?

Mi madre nunca quiso contarme nada acerca de sus experiencias en el Titanic hasta que yo cumplí 8 años. En ese momento, cuando me anunciaba que pensaba casarse de nuevo, comenzó a relatarme lo sucedido en el Titanic y en especial cómo lo vivió nuestra familia.

— Cual fue su primera impresión al encontrarse en el puerto, frente a frente con aquel barco tan impresionante?.

Ella siempre dijo que el Titanic era como si en el mismo puerto, hubiesen construido una fortaleza. Era enorme, en altura y longitud; era tan grande que la mayoría de las personas que íbamos a bordo no éramos capaces de verlo en su totalidad. Disponía de tal cantidad de dependencias que para un pasajero era prácticamente imposible conocer, especialmente para los que viajábamos en tercera

— Porque eligieron sus padres el Titanic para realizar este viaje?.

Cualquier persona en aquel momento lo hubiese elegido. Era el barco más grande, más seguro, más confortable y más rápido del mundo. Sin duda creían que era un honor ocupar un camarote, aunque fuese de tercera clase, en el “barco de los sueños”.

— Por qué le llamaban “El Barco de los Sueños”?

Porque la mayoría de personas que viajábamos en él, sobre todo la gente más humilde como nosotros, viajábamos para poner en marcha un proyecto. Todos soñaban, igual que mis padres, en comenzar una nueva vida en América. Algunos pudieron cumplir su ilusión; otros, como nosotros, no.

Durante toda la entrevista Millvina ha estado sonriente, yo diría que alegre y feliz, pero en este momento, cuando tiene que recordar el sueño truncado de su padre, su cara refleja desilusión y decepción pero no tristeza. Sus ojos casi no pueden contener la lágrima que está pugnando caer por sus mejillas; pero enseguida se repone, al tiempo que intento provocarle una sonrisa.

— Millvina, yo le prometo que el próximo día 2 de febrero del año 2007, volveré a visitarla, pero esta vez además de las flores, le traeré una tarta con sus 95 velas.

De acuerdo, pero tráigame también una botella de vino dulce español. Me gusta mucho y brindaremos con él.

Ya sonríe. Me mira a través de los cristales de sus grandes gafas y me coge la mano. Yo también cojo la de ella. Creo que necesita afecto y me alegro de contribuir a que vuelva a sonreír.

— Como eran los camarotes de tercera clase?

Eran estupendos. Mi madre los describía como un poco estrechos pero muy acogedores. Sin duda, las personas que viajaban en tercera clase tenían mejores camas en el Titanic que en sus propias casas. además les cambiaban las sábanas y les hacían las camas a diario, cosa que no sucedía en sus casas. El único inconveniente era que, en los camarotes de tercera clase no había agua corriente y la que contenía el depósito del lavabo, no era suficiente para los adultos y los dos niños.

— Comían bien en la tercera clase?

Mi madre recordaba no haber comido nunca tanto, ni tan exquisito hasta entonces. Naturalmente no eran los refinados menús del comedor de lujo de primera clase, pero dudo que, la mayor parte de las personas que viajábamos en tercera, nos alimentásemos mejor en nuestras casas. Además comíamos tres veces al día. Nadie podía pasar hambre.

— Como pasaban el dia?

Al ser viajeros de tercera clase nuestros movimientos dentro del barco estaban restringidos. Mi madre hubiese querido conocer las zonas reservadas a los pasajeros de primera; quería conocer los amplios pasillos, el gimnasio, los baños turcos, las piscinas, las peluquerías, la biblioteca, etc. etc., pero no le fue posible. No nos dejaban abandonar las zonas de tercera clase que era la cubierta inferior en popa y en proa. Además ella era muy friolera, igual que yo, por lo que apenas salía del camarote y de la zona interior. Por lo demás, mi padre se iba con los hombres a jugar a cartas o a charlar. También me dijo que un grupo de pasajeros de tercera clase –irlandeses- formaron una pequeña banda de música y organizaban bailes y canciones para los jóvenes.

— Como se enteraron del choque del barco contra el iceberg?

Lo cierto es que no nos enteramos. Estábamos los cuatro dormidos y nos despertaron los gritos de la gente en el pasillo. Salió primero mi padre para ver qué pasaba; enseguida regresó y nos cogió a los tres para llevarnos a cubierta. En esos momentos ya todo el mundo se imaginaba que algo muy grave estaba pasando.

— ¿Es verdad que los pasajeros de tercera clase tuvieron muchos problemas para acceder a la cubierta de los botes salvavidas?.

La versión de todos los supervivientes de tercera clase con los que yo he hablado, incluida mi madre, coinciden en negar tal afirmación. Es cierto que en aquellos momentos críticos hubo mucha confusión, gritos, desorganización… pero dudo que nadie impidiese a ningún pasajero, de ninguna clase, subir a la cubierta de los botes salvavidas.

— Entonces no es verdad que dichos pasajeros se encontraron las verjas cerradas que les impedían el paso?

Ningún superviviente corrobora esa versión de los hechos. Nuestra familia no encontró ningún problema para subir desde los camarotes de tercera clase a la cubierta de los botes salvavidas. Repito, reinaba el caos y la desorganización, pero nadie impidió el paso a las cubiertas.

— Aquello parecería una “Torre de Babel” ¿verdad?.

Cierto. Hay que tener en cuenta que en el Titanic había personas de casi todas las nacionalidades, incluidos diez españoles, y que la tripulación solamente hablaba en inglés. Eso fue un gran inconveniente. En tercera clase viajaban muchos turcos, italianos, franceses, incluso chinos, que no conocían el idioma ingles, ni sabían leerlo. Eso hizo que no entendiesen las órdenes de la tripulación ni los letreros de salidas de emergencia. Fue un caos. El idioma impidió que muchos de los pasajeros salvasen sus vidas.

— Millvina, su familia constaba de cuatro personas y se salvaron tres. ¿Como ocurrió?.

Mis padres eran jóvenes. Eran ingleses. Mi madre era muy guapa y ella, siempre en broma, solía contar que su belleza y su simpatía, le abrió paso al bote salvavidas. Además me llevaba a mí en sus brazos y a mi hermano de la mano.

— Sin embargo su padre…

Mi padre, como la mayoría de los hombres, cedieron su puesto en los botes salvavidas para que los ocupasen las mujeres y los niños. Murió como un valiente, como la gran mayoría de las personas que perdieron la vida en el Titanic. Siempre nos hemos sentido muy orgullosos de mi padre.

Los músicos de la orquesta del “Titanic”

— Le contó algo su madre sobre la historia de los músicos?

Si. Todos los supervivientes coincidieron en manifestar que los músicos de la orquesta del Titanic se comportaron como unos auténticos héroes. Podrían haberse salvado todos, porque como miembros de la tripulación del Titanic podrían haber ocupado el lugar de un marinero en cualquiera de los botes salvavidas, pero ellos eligieron quedarse en la cubierta del barco y continuar interpretando sus obras favoritas con el fin de hacer menos dramático el final que les esperaba a todos.

–Que hay de cierto en que la última pieza que tocaron antes de hundirse el barco fuese la canción religiosa “Cerca de ti Señor”?.

En relación a esto hay diferentes versiones. Unos supervivientes dijeron que la última pieza que escucharon fue un vals, otros que una polca, la mayoría, efectivamente, dijeron que era la canción religiosa “Cerca de ti Señor”, aunque muchos declararon que el alboroto era tal, que desde los botes, era imposible escuchar nada. Seguramente eso fue lo que ocurrió.

— Mientras esperaban la llegada del Carphatia, a bordo de los botes salvavidas cundió el pánico?.

No. Las personas que estábamos en los botes salvavidas habíamos perdido, casi todas, a algún miembro de la familia. La gente estaba agotada, rendida, sin apenas ganas de vivir, sin ilusión. No había lugar para el pánico.

— Como fue la llegada a Nueva York a bordo del Carphatia?.

Mi madre fue muy asediada por los fotógrafos y periodistas. Llevaba en sus brazos a la persona más joven del Titanic, además de otro hijo y éramos pasajeros de tercera, por lo que nos hicieron muchísimas fotografías. Aquí tiene una de ellas. La guardo como un tesoro.

— Y el viaje de regreso desde Nueva York a Inglaterra?

Fue a bordo del buque Adriatic. Allí también mi madre fue la atracción, todos los pasajeros querían tenerme a mí en sus brazos y hacerse fotografías. Mire lo que escribieron en un periódico de la época.

Busca en una carpeta, llena, repleta de recortes de periódicos de la época y me muestra una página del Daily Mirror, del día 12 de mayo de 1912. Este es el texto:

“Ella era la mascota del buque durante el viaje, y era tanta la rivalidad entre las mujeres para acunar en sus brazos a este adorable mito de humanidad, que uno de los oficiales decretó que los pasajeros de primera y segunda clase podían sostenerla durante turnos de no más de diez minutos”.

— Cuando regresaron de Nueva York se quedaron a vivir aquí en Southampton?.

Si. A mi madre le gustó esta ciudad. Sin embargo mi hermano y yo fuimos educados con la ayuda de varias fundaciones. Estudiamos en el Greggs School. Después me ofrecieron trabajar para el Gobierno británico dibujando mapas. Más tarde presté mis servicios en una empresa de ingeniería hasta que me jubilé. Y aquí estoy en éste día, hablando con un periodista español, sin soltarle la mano y mirándole a los ojos.

— Ya sé que quiere terminar, que puede estar cansada, pero permítame una última pregunta. Usted ha estado en todos los puertos donde recaló el Titanic, pero ¿visitó alguna vez los astilleros irlandeses donde se construyó?.

Si. En el año 1996 visité Irlanda del Norte y estuve en Belfast. Fue una visita muy emocionante. Incluso llegue a hablar con algunos familiares de personas que trabajaron en la construcción del Titanic.

No sé como terminar la charla ni como despedirme de Millvina por lo que, después de besarnos, le recuerdo nuestra próxima cita. Será el día 2 de febrero del 2007, entre una tarta con 95 velas y una botella de vino dulce español…

Por esos caprichos que a veces tiene la vida Millvina Dean falleció el 31 de mayo de 2009, curiosamente el mismo día en que se inició cien años atrás, la construcción del “Titanic”

Autor: Juan Carlos López

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