Bianca C el “Titanic del Caribe”

La historia de la navegación está plagada de naufragios. Si el del Titanic está considerado como el más trágico, el del Bianca C es señalado como el más importante de los acontecidos en costas sudamericanas.

Este barco italiano se fue a pique frente a las costas de la isla de Granada donde hacía escala en su viaje desde Venezuela hasta Nápoles. Su siguiente parada debía ser el puerto de Santa Cruz de Tenerife, pero nunca llegó a la capital tinerfeña.

Allí debían desembarcar Candelaria Rodríguez Morales y su hijo Francisco, que apenas de tenía seis meses de vida. Los dos volvían de Venezuela, donde Candelaria había estado durante dos años acompañando a su marido. “Francisco se había puesto malo del estómago y, aunque los médicos de Venezuela eran buenos, yo prefería volver a Tenerife para que lo vieran aquí”, cuenta 50 años después Candelaria, que embarcó en el Bianca C porque la travesía duraba seis días, por los 11 que tardaban otros buques del momento.

En la mañana del 22 de octubre de 1961, Candelaria se había levantado temprano para dar de comer a su hijo y ya estaba en la cubierta del barco esperando para realizar una excursión a la Isla. Candelaria y su pequeño solo llevaban un día de travesía. “Aún tenía la leche caliente que guardaba en un termo”, recuerda Candelaria. Francisco se despertó pronto, con el hambre de siempre. Candelaria le dio de comer, lo aseó, lo vistió y lo subió a cubierta. Entonces llegó la explosión y comenzó la pesadilla. “Yo sentí el ruido y cuando miré hacia la chimenea salió una gran llamarada de fuego hacia arriba”, rememora.

Enseguida se encendieron las alarmas. Los gritos de los pasajeros y los pitos de los tripulantes, además de la explosión, alertaron a los granadinos que subieron a sus barcas para acercarse al barco y alertaron a la fragata “Londonderry” para intentar ayudar a rescatar a las personas que iban a bordo. “Al principio todo fue confuso, los marineros intentaron organizarnos para empezar a subirnos a los botes y evacuar el barco, pero todo el mundo quería salir de allí”, cuenta Candelaria, que peleó por la vida de su hijo por encima de la suya.

“Dijeron que embarcáramos primero las mujeres que teníamos hijos y los niños. Yo le entregué al mío en brazos a uno de los oficiales para que lo sacara de allí, pero éste me llevó hasta uno de los botes. Menos mal que no pude subir a aquella lancha porque las sogas se partieron y volcó en el aire”, relata Candelaria. Aquellos cabos apenas tenían mantenimiento y muchos de ellos se quebraron mientras los bajaban al mar.

Antes vio una imagen que nunca olvidará. “Sacaron a los dos hombres que se habían quemado en la explosión, tenían la piel como derretida”, asegura aún con sufrimiento en su mirada. “Nosotros que estábamos tan contentos porque ibamos a conocer el pueblo y aquel sitio que era precioso, nos vimos en medio de todo aquel desconcierto. Francisco cerró los ojos en cuanto sucedió la explosión y no los abrió más hasta que llegamos a tierra, pero lo pasamos mal por todo el desorden y porque todo el mundo quería subir a los botes”.

El capitán del Bianca C, Francesco Crevato, se puso a los mandos de la operación de evacuación de la nave mientras el fuego se hacía fuerte y devoraba todo lo que encontraba a su paso con una extrema rapidez. Alrededor de 400 pequeñas embarcaciones de los habitantes de Saint George se acercaron al barco para prestar su ayuda. “Los tripulantes fueron encantadores, se estaban sacrificando por nosotros y, aunque no los entendía porque hablaban italiano, se portaron de maravilla”, cuenta Candelaria, que asistió impotente desde el bote que la trasladaba a tierra al pavoroso incendio.

Todos sus enseres acabaron en el fondo del Atlántico, a solo 50 metros de profundidad, pero inalcanzables. Allí fueron sus ahorros, sus ropas y hasta una nevera y una lavadora que su marido le había comprado para hacerle más fácil su labor de ama de casa cuando regresaba a un Tenerife donde los electrodomésticos no estaban al alcance de cualquiera. “Lo perdimos todo, pero estamos aquí”, asiente Candelaria mientras señala hacia su hijo Francisco, el menor de los dos que tuvo. Teresa había regresado con anterioridad a Tenerife.

Candelaria aún bendice su suerte. “Si hubiéramos estado durmiendo o hubiera sido por la noche, la tragedia habría sido mucho mayor”, recuerda a la vez que no olvida que nada más poner pie en territorio granadino, los nativos de la isla la acogieron a ella y su bebé con los brazos abiertos. “Nunca olvidaré cómo se portó aquella gente con nosotros”, dice Candelaria, a la que acogieron durante los siguientes tres días. “Nos dieron de comer, de beber, nos dieron ropa, nos dejaron sus camas. A mi hijo no le faltó de nada”, recuerda mientras su hija Teresa enseña un pelele que le dieron para vestir a Francisco.

Bianca C Tarjeta postal de época

Después de aquellos tres días en Saint George, Candelaria y Francisco embarcaron en el buque “Surriento”, también de bandera italiana. Para emprender el viaje de vuelta a casa. Llevaban ropas regaladas por aquellos granadinos que derramaron sus lágrimas el día de la despedida. Llegaron a Tenerife el 2 de noviembre mientras muchos de los pasajeros se habían embarcado en el “Américo Vespuccio” y, simplemente, habían regresado a Venezuela. En Tenerife, Candelaria puso el caso en manos de un abogado que la dejó en la estacada cuando la compañía Costa se lo llevó para defender sus intereses. Obtuvo 11.000 pesetas de indemnización, una miseria ante todo lo que había perdido en lo material, pero nada comparable a lo que consiguió salvar, su vida y la de Francisco.

Dos veces a pique
El Bianca C tiene el dudoso honor de ser conocido como el buque que se hundió dos veces. La primera vez lo hizo en Francia durante la Segunda Guerra Mundial antes de haber sido terminado en los astilleros de Construcciones Navales de La Ciutat.

Sin haberse finalizado las labores de su montaje y mientras era remolcado, el barco fue torpedeado por submarinos alemanes que merodeaban por las costas marsellesas. Luego, tras ser vendido a una línea panameña acabó siendo comprado por la naviera Costa que le dio el nombre de Bianca C

*Un relato de Juan S. Sanchez

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